Misión actual

El Hoy de la Congregación

Esa es la herencia,

pequeña y profunda,

que hemos recibido de

Madre Francisca y que la

recibimos con gratitud y

responsabilidad.  

Y es esa realidad, tal

como quería Madre

Francisca, nuestro

principal convento.

El mundo,

la sociedad actual

            es nuestra casa

            y nuestro hogar  

Actualmente somos una Congregación pequeña, que desea poner su vida en manos de la Providencia de Dios.

Cincuenta y seis comunidades que viven en España, Portugal, Italia, India, Perú, Chile, Puerto Rico, Venezuela, Honduras, Colombia, Marruecos, Kenya y Uganda.

Y 314 hermanas. Pero no estamos solas, ni somos sólo nosotras la Congregación. Nuestra pequeña “fuerza” está en las personas laicas, cristianas o no, que junto a nosotras quieren sencillamente hacer el bien.

La Congregación hoy

entiende ese hacer el bien como

Un trabajo por la paz y el bien, la búsqueda y la acción fraterna por la justicia, la libertad y la solidaridad.

Una forma de pensar, sentir actuar desde la misericordia, que exige, ante todo, cultivar la capacidad para que cada persona y cada pueblo sea artífice de su propia liberación, con sencillez, gratuidad y alegría, sin juzgar a nadie, ayudando a sanar heridas, empeñándonos en descubrir la bondad que Dios mismo ha puesto en nuestros corazones y agradeciendo el amor recibido.

Un modo de vida en fraternidad, testimoniando así la experiencia de un Dios trinitario que nos regala hermanos y hermanas como un don y nos invita a crear fraternidad familiar, inserta en cada lugar, desde el empeño por las relaciones de amistad, acogida y agradecimiento, valorando lo que cada persona y cada pueblo son ante Dios y nada más.

H

ACER UNA LECTURA CREYENTE DE LA REALIDAD. Algo que supone esfuerzo de respeto y apertura tanto para los creyentes como para los que no son.

Es decir, lo que tenemos que hacer juntos es responder a las necesidades más hondas del mundo actual, que están contenidas y descritas en la propuesta de Jesús cuando presenta el Reino como una fraternidad y sólo como fraternidad, donde la igualdad de toda persona está asegurada y donde la única tarea es amar, lo que significa defender generosamente la vida de los más débiles, aún a costa de perder la propia. La generosidad en el evangelio y en Madre Francisca está equiparada a la lucidez, a algo tan sencillo como el sentido común. 

Una propuesta que podemos deducir de esta afirmación es la de Unir esfuerzos por orientar nuestra vida hacia la alteridad, es decir aprender a vivir con los otros, con los diferentes y con los iguales, con una clara meta:  servir a los otros, no utilizar a los otros para beneficio propio. 

Lo importante en toda propuesta de fe y seguimiento de Jesús es actuar humanamente. La experiencia de fe parte siempre del mirar hacia el otro y convertirlo en prójimo salvándolo de quedar condenado a ser número, objeto de interés particular.  Eso es lo que hacía Jesús.

En este sentido, Madre Francisca decía que nuestra principal responsabilidad como Congregación, como presencia allí donde estemos es la fraternidad, que sencillamente capacita a toda persona, todo grupo para buscar el bien, unir esfuerzos, defender la vida...

D

AR CONSISTENCIA Y ESPERANZA A LA VIDA DE LAS PERSONAS Y A LOS HECHOS DE LA HISTORIA. Algo sumamente urgente en este momento.  Es decir, el esfuerzo común por la autenticidad, la fidelidad, la responsabilidad social, sin las cuales la vida humana se ve amenazada gravemente.  De lo que se trata es sencillamente de encontrar los recursos, los caminos alternativos para que cada persona, cada colectivo, cada pueblo encuentre su autonomía necesaria y su solidaridad fundante, superando la tentación del “sálvese quien pueda” y a costa de lo que sea.  Madre Francisca decía a las hermanas y la gente de los pueblos donde iba:  “Acompañemos en el dolor a quienes más sufren, dándoles todos los consuelos posibles, avivando su esperanza, buscando con ellos mismos la dignidad y la justicia” (Cf CG 1890)

A

MAR POR ENCIMA DE CUALQUIER OPCIÓN Y ALTERNATIVA.  El amor al prójimo es lo que hace que podamos superar, como seres únicos e irrepetibles, nuestras limitaciones al mirar hacia fuera, al descentrarnos hacia el otro que nos necesita para vivir. Y buscar solidariamente la liberación del sufrimiento, el dolor, la muerte, el pecado personal y social.  Madre Francisca lo expresaba así: “La necesidad de mi hermano es mandato para mi, por lo que no podemos hacer esperar a nadie que llame a nuestra puerta y procuremos que nadie se aparte de nuestro lado sin haber encontrado el consuelo, el ánimo, la fuerza para vivir en esperanza”.

C

ONFIAR EN LA PROVIDENCIA como hizo Madre Francisca. ¿En qué consiste hoy la confianza en la Providencia? La Providencia de Dios se hace efectiva y visible en lo humilde y relacional, en saber intuir las capacidades propias y de los demás y ponerlas en común para beneficio de todos.

 

Es decir, un trabajo,

unos proyectos que se hacen

con la capacidad que Él ha puesto en la persona humana para mirar con entrañas de misericordia, con entrañas de compasión, de solidaridad, la realidad del mundo.

con la decisión de tocar con las propias manos esta realidad de dolor y exclusión, de pobreza y deshumanización.

con la convicción que nada podemos hacer si no es en comunión unos con otros, en respeto pleno a cualquier realidad cultural por muy difícil que nos resulte entenderla.

con la intuición de que nada se impone porque Dios no impone nada.  La paciencia, el saber esperar, el asumir el fracaso y la frustración de la espera, el ir paso a paso, codo a codo, es lo fundamental para que los frutos sean maduros.

con la aceptación, humilde y lúcida, de que el único protagonista es siempre el otro, que tiene derecho a ser artífice de su propia liberación, de su propio destino.

vivir apasionados por el Reino, es decir por la fraternidad según el espíritu de Jesús.

soñar la tierra nueva, es decir estar abiertos a recibir y acoger lo diferente, la sorpresa que es siempre el otro, el prójimo.

renacer dando esperanza en medio de nuestra sociedad, herida y desconcertada. Dar esperanza es el gran reto de hoy, el trabajo más lúcido y fundamental para encontrar las alternativas de paz, las opciones reales y eficientes de progreso, los caminos ciertos del encuentro de unas culturas con otras.

vivir en solidaridad, creativa y humilde, concreta y próxima con la gente de Moncada y con otros pueblos, con todos los que hoy son los crucificados, los humillados, los derrotados, los que dejamos en las cunetas de nuestros caminos.

humanizar el progreso, la política, la religión, haciendo de estos imprescindibles foros un espacio de vida cierta para todos, no sólo para unos pocos”

                   Después de estos casi 150 años de memoria histórica de M. Francisca y las primeras hermanas, nuestro sentimiento más genuino es la gratitud y el empeño misericordioso por la paz y la fraternidad.

QUE todos estamos llamados a hacer el bien y expansionar el amor de Dios amando al prójimo,

con los 14 reales que el Señor pone ante nuestros ojos para que descubramos que con poco se puede hacer mucho si superamos el miedo a la dificultad y la inseguridad que pueda traernos la solidaridad;

con la arroba de patatas y la docena de sardinas que encontramos en el caminar diario para compartir con los demás, con alegría y confianza, con la mirada puesta en el Señor y las puertas abiertas de nuestro corazón, sabiendo que nada nos pertenece mientras haya alguien que pase necesidad…

Y, sobre todo,  con esas “13 hermanas”, esa gente que está dispuesta a dar de sí todo lo mejor, silenciosamente, eficazmente, compasivamente: en el trabajo cotidiano en colegios, residencias, obras sociales, en el movimiento laical a través de la misión compartida, el voluntariado, las fraternidades por el bien, la asociación laical…